EL ENTIERRO DEL SEÑOR DE ORGAZ

 

El nombre del Greco está ligado a la ciudad de Toledo, y de forma muy especial a  la Parroquia de Santo Tomé a través de su obra maestra “El Entierro del Señor de Orgaz”.

El "Entierro del Señor de Orgaz" es una obra histórica de la pintura universal. Incorrectamente es denominado muy a menudo como "Entierro del Conde de Orgaz". Cuando Gonzalo Ruiz de Toledo falleció en 1323 no era conde, sino señor, y no lo fue hasta 1522 cuando Orgaz pasó de señorío a condado. 

Don Gonzalo Ruiz de Toledo, fue un noble del siglo XIV, muy querido por muchos toledanos, que quiso dejar testimonio de su fe de distintas maneras.

Escogió para su eterno descanso la Parroquia de Santo Tomás Apóstol. Su fallecimiento fue acogido con gran tristeza por muchas familias toledanas.

Las mandas que debían cumplir los vecinos de la Villa de Orgaz consistían en la donación a los administradores del templo de 2 carneros, 16 gallinas, 2 pellejos de vino, 2 cargas de leña y 800 maravedíes.

En 1564 el párroco D. Andrés Núñez Madrid inició un pleito ante la Chancillería de Valladolid por la negación a seguir entregando los bienes exigidos,  en las últimas voluntades de su antiguo señor.

Los tribunales dieron la razón al sacerdote en 1569 y decidió encargar el un epitafio conmemorativo en latín que realizó Alvar Gómez de Castro. En esta inscripción se recogía también el relato del prodigioso suceso ocurrido en el entierro de D. Gonzalo.

Existía en Toledo una antigua tradición que señalaba como en 1327, cuando los restos de este se habían trasladado del convento de los frailes agustinos a la Parroquia de Santo Tomé, habían participado en la deposición del cuerpo en el sepulcro san Agustín y san Esteban, mientras que los admirados asistentes escuchaban una voz que decía: “Tal galardón recibe quien a Dios y a sus santos sirve”.

El milagro fue oficialmente reconocido en 1583, y el párroco D. Andrés quiso dejar testimonio imperecedero encargando un lienzo que presidiera la recién remodelada Capilla del Señor de Orgaz. Para esto se sirvió del mejor pintor que por aquel entonces había en la ciudad: Doménico Teotopópuli, más conocido por sus conciudadanos con el sobrenombre de el Greco.

Por aquellas fechas el artista vivía en las casas del Marqués de Villena, y por lo tanto era parroquiano de este mismo templo.

El 15 de marzo de 1586 se firmaba el acuerdo entre el patrono y el artista en que se fijaba, de forma muy precisa, la iconografía de la zona inferior del lienzo. El pago se haría tras una tasación, debiendo acabarse la pintura para Navidad de ese mismo año.

El trabajo se alargó por más tiempo, entregándose en primavera de 1588. Fue tasada por Luis de Velasco y Hernando de Nunciva en 1.200 ducados, cantidad que pareció excesiva al párroco, en comparación con los 318 del “Expolio” de la Catedral o los 800 del “San Mauricio” de El Escorial.

Al no llegar a un acuerdo, hubo de intervenir el Consejo Arzobispal, y tras varias tasaciones, se determinó que se pagara el valor de la primera tasación. 

La extraordinaria obra artística refleja lo más elevado de la producción de artista cretense, siendo una obra paradigmática dentro de la evolución del arte español tanto por su materia artística como por su contenido espiritual. Se alcanza en ella una de la cima de la pintura renacentista, superando algunas de las limitaciones espaciales a las que se había sujetado du producción anterior. 

En 1975, el cuadro fué restaurado por parte del I.C.R.O.A. aprovechando este momento para colocar el cuadro en el lugar dónde ahora podemos comtemplarlo.

El Cuadro representa las dos dimensiones de la existencia humana: abajo la muerte, arriba el cielo, la vida eterna.

El Greco, plasmó en este lienzo lo que constituye el horizonte católico ante la vida y ante la muerte, iluminado por Jesucristo. 

Fuente: Información Iglesia de Santo Tomé

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